El exitoso escritor de literatura juvenil Roald Dahl, autor de Las Brujas o Matilda entre otros, plasmó su paso por un par de internados británicos durante los años 20 y 30 del siglo pasado en su autobiográfico "Boy". Mucho ha cambiado el sistema educativo en estos casi cien años pero la educación inglesa si ha sido famosa por algo ha sido por su organización y disciplina buscando desde muy pronto la autonomía del individuo, así como por la búsqueda de la potencialidad personal, muy en consonancia con la famosa flema británica. En este libro autobiográfico, el autor nos habla, haciendo uso de su estilo divertido y desenfadado, de las experiencias de su niñez.

No es raro que muchos de nosotros no podamos ubicar con un simple recuerdo a Roald Dahl, pero sin duda todos nos habremos topado con su obra en un momento dado o en otro, sobre todo en la gran pantalla. Este prolífico escritor es el autor de entre otros: Gremlins, James y el Melocotón Gigante, Los Cretinos, Historias Extraordinarias, Agu Trot, El Superzorro, Charlie y la Fábrica de Chocolate... Muchos de ellos han sido llevados al cine de la mano de grandes directores como es el caso de Fantástico Sr. Fox dirigida por Wes Anderson o Matilda.

Pero no son esas conocidas obras de literatura juvenil de las cuales vamos a hablar aquí. Roald Dahl se dedico también a la prosa para adultos. Aparte de su celebérrima obra de novela negra Mi Tio Oswald, en los últimos años de su vida publicó dos libros autobriográficos basados en su niñez, Boy, y en su primera juventud, Volando Solo. Este último fue por un tiempo el libro favorito del autor de estas líneas. En él cuenta sus experiencias como piloto de caza en la Segunda Guerra Mundial, en el frente de Grecia, dónde apenas 15 anticuados Hurricanes se enfrentaban a entre 500 y mil aeronaves de la Luftwaffe.

Ambos libros se pueden leer unidos, ya que donde acaba uno empieza el otro. En el primero, que en verdad es el que nos interesa, podemos deleitarnos con las historias que cuenta Dahl de sus años en internados ingleses. Es además un retrato de la época, pues en este tiempo, el Periodo de Entreguerras (1919-1939) es cuando el Reino Unido pierde de forma definitiva su rango de primera potencia mundial, cuyo máximo exponente había sido la época victoriana del siglo pasado.

En el libro, al joven Dahl le interesan lo que a otros niños: los juegos, los amigos, las golosinas, la sed de curiosidad... pero el nos lo muestra con su peculiar visión y irónico sentido del humor, a veces destacado por su carácter negro y satírico. Nos cuenta por ejemplo como el padre de un amigo suyo les dice que para fabricar sus ansiados regalices negros crean una base negra a partir de ratas apisonadas.

Cuenta también cómo la fábrica de chocolates Cadbury, fundada por cuáqueros, les enviaba periodicamente muestras de nuevas mezclas chocolateras para que los internos las evaluarán en la solvencia que les da su calidad de consumidores finales. Dahl recuerda que se tomaba muy en serio su trabajo de cata y escribia sobre los pequeños dulces con una prosa más propia de un sumiller. Años después reconocería que fue realizando esta actividad cómo se le ocurrió años después el tema para su Charlie y La Fábrica de Chocolate y su continuación, Charlie y el Ascensor de Cristal.

Algo que no ha cambiado mucho tampoco ha sido la importancia que se le da al deporte dentro de la educación británica y más la que es interna. Es bastante raro que un alumno no represente a su colegio en al menos una disciplina deportiva. En este caso, el autor de origen noruego, jugaba al rugby y tenía descripciones muy divertidas de su profesor-entrenador, un escoces pelirrojo y con bigote de puntas onduladas hacia arriba según la moda de la época, que era todo nervio.

Varios maestros son representados por sus peculiaridades, cómo el profesor de matemáticas que renegaba de su asignatura y se sentaba tranquilo a leer el periódico. Su única aportación docente a la materia fue un día que preguntó divertido cuántos campos de fútbol separaban la tierra de la luna.

Retrata también al director del internado Repton, quien amparándose en la moral religiosa parece que daba rienda suelta a su sadismo con los niños. Su destreza con la vara de abedul era legendaria así como su facilidad para hacer uso de ella. Aún con estás, el autor no manifiesta rencor u odio hacia él, más bien comparte su sorpresa de que ese señor llegará a ser arzobispo de Canterbury, cabeza de la iglesia anglicana solo por detrás de la Reina. 

Roald Dahl murió en 1990, pero por suerte escribió estas autobiografias en el lustro anterior. Por supuesto el sistema educativo inglés ha cambiado mucho. Los métodos son ahora más comprensivos con el alumno y no se cree en los castigos físicos. Eso si, se mantiene la disciplina y las formas y maneras de los que en un momento dado fueron preparados para ser los futuros "lores" de un imperio que "gobernaba las olas". Puede ser una lectura interesante si estamos pensando realizar un año académico o un curso de inglés en Reino Unido y queremos tener una imagen de cómo era el país hace un siglo.


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